Una de las herramientas más poderosas del mundo es la tecnología. Pero más poderoso aún es el uso que le damos a esta, y cómo influye en nuestro comportamiento y emociones.
Cuántas veces vemos el celular durante el día? De acuerdo con un estudio de Alcatel Lucent, multinacional de tecnología francesa, en promedio, una persona mira el celular más de 150 veces al día. Y ¿ha pasado un día en que no encendamos un televisor, un computador, naveguemos por internet o escuchemos música, a través del celular o algún aparato reproductor? La tecnología es un factor fundamental en nuestro día a día pero, a veces, es necesario ver hasta qué punto damos uso de esta, sin olvidarnos de nosotros mismos. De acuerdo con Sneider Bustos Rodríguez, psicólogo clínico, docente del departamento de psicología de la Universidad Nacional de Colombia, “la tecnología (del tipo que sea) tiende a mediar la relación de la persona con el mundo. Esto afecta, de alguna manera, todo el proceso de conocimiento personal.
Los aparatos electrónicos tienen muchas funciones que están hechas para reemplazar tareas cognitivas de las personas, lo cual crea un ciclo de dependencia cuanto menos tiene, más necesita del aparato y cuanto más usa el aparato, menos tiene.
Y se trata de tener en términos de autoconocimiento personal”. Es un ciclo en el que debe haber una conciencia sobre el lugar que le damos a los aparatos tecnológicos en nuestra vida; el exceso del uso puede llegar a afectar nuestra salud mental. Según un análisis de la consultora estadounidense TechHive, estos son 8 de los trastornos psicológicos que puede tener una persona, a causa del uso desmedido de la tecnología:
1 Síndrome de la llamada imaginaria: a veces sentimos que nuestro celular ha sonado o vibrado y en realidad no es así. El cerebro humano asocia al celular con cualquier impulso que recibe y suele pasar cuando las personas están estresadas.
2 Nomofobia: cuando una persona siente angustia de no tener su celular disponible, ya sea porque está descargado, no tiene señal o porque lo haya dejado en algún lugar. Suele sentir miedo, ansiedad e inseguridad.
3 Cibermareo: cuando se empezaron a vender los primeros dispositivos virtuales, en la década de los 90, hubo registro de algunos problemas de salud como la sensación de mareo que tiene una persona cuando viaja, en el momento de estar frente a una pantalla de forma inmóvil.
4 Depresión de Facebook: hay personas que tienen síntomas de depresión, si tienen poca actividad en la red social, ya sea por tener pocos amigos o porque sus contactos no les escriben o comentan en sus publicaciones.
5 Dependencia de internet: hay personas que tienen la necesidad de permanecer casi las 24 horas conectadas en la red. Cuando despiertan, lo primero que ven es su celular y si alguien les ha escrito en alguno de sus medios.
6 Dependencia de videojuegos en línea: hay quienes pasan días en vela tratando de completar los niveles del juego que más les gusta. Existen programas de terapia que buscan eliminar dicha dependencia y que funcionan en 12 fases, como algunos tratamientos para adictos al alcohol o drogas.
7 Cibercondría: cuando alguien busca información sobre enfermedades que puede llegar a tener, padece de cibercondría. Es el equivalente a la hipocondría en internet; genera bastante ansiedad y se da precisamente por la cantidad de información que una persona puede tener al alcance, a través de la web.
8 Efecto Google: hay personas que prefieren buscar y encontrar de forma rápida y efectiva todo tipo de información a través de Google, en lugar de recordarla (Si alguna vez aprendieron sobre el tema).
Este tipo de trastornos se dan cuando no hay un control sobre el uso que se les da a los aparatos tecnológicos. “Una cosa es la tecnología y otra cosa soy yo; y una cosa es el uso que le doy a la tecnología y otra es cómo me encuentro a mí mismo para poder darle un uso responsable”, comenta Bustos.
Al ser herramientas, estos aparatos llevan la atención de la persona hacia afuera. Esto crea muchos efectos de contraste, en comparación con una persona que tiene su energía o su atención hacia adentro: “Cuando una persona lleva su atención hacia afuera, su funcionamiento personal empieza a girar en torno al funcionamiento de la herramienta. Si la persona da uso de la tecnología, lo importante es que pueda ver cuándo funciona, cuándo no, lo que me permite hacer y cómo se involucra con esta. Toda esa atención y aprendizaje que empiezan a darse en función de la herramienta, van en detrimento del conocimiento del funcionamiento personal, es decir, cuando decimos que la atención no va hacia adentro”, asegura el experto.
Es importante aprender a conocerse a sí mismo e iniciar un proceso para hacerlo. “A veces es sano incomodarse. Es como cuando alguien empieza a hacer ejercicio, duele todo el cuerpo pero es un hábito saludable y eventualmente, el dolor pasa. El sedentarismo es cómodo pero no es sano. Se trata de una sana incomodidad, prestándole atención a esos temas de conocimiento personal, de crecimiento personal y autenticidad”, comenta el especialista.
La necesidad de estar conectados se genera, muchas veces, por no tener una conexión personal. Cuando una persona tiene una crisis emocional, busca formas de alejarse de la tecnología y desconectarse para dedicarse a sí misma. No sucede en todos los casos pero, es un proceso común. El mal uso de la tecnología depende de la forma en que se genere el vínculo con la herramienta. Ese vínculo puede convertirse en una necesidad emocional, más no funcional. Y ahí es cuando corremos el riesgo de enfermarnos.
No es necesario que haya un diagnóstico o un malestar para que, desde el punto de vista del funcionamiento psicológico o de la clínica, esta necesidad de conectarse sea un problema. Quien le está dando demasiada importancia a la mediación de los aparatos está iniciando un problema de autocontrol y pasa porque no se conoce ni conoce otras prácticas de socialización.